ONE-SHOTS: AMERICA x MEXICO - Chapter 24 - NOVAINNE (2024)

Chapter Text

-But, miss!!

-¡Cállese! Llevo esperando más de media hora.

-You can not go in there!

-¡Yo puedo ir a donde se me hinche la gana!

-MISS!

María abrió la puerta de la oficina al final del pasillo y un par de ojos azules le devolvieron la mirada asombrada. Se aseguró de dar un portazo justo antes de que la secretaria entrara, posando ambas manos en su cintura.

-Voy contigo- habló sin apartar la vista de los ojos azules. -Entréname y le partiré la madre a Alemania.

-Wha... I am, uh...- balbuceó Alfred con un cigarrillo entre sus labios y las cejas alzadas.

-Si, bueno, eh... no tienes porqué ser tú exactamente, podría ser cualquiera de los aliados ¡Sí! No solo... no solo tú- agregó con un ligero sonrojo. -¡Como sea! El chiste es que me actualicen con la nueva tecnología bélica antes de ir a batalla porque el último rifle que usé fue en mi Revolución y esos chingados U-Bots son muy distintos a...

-Hold up right there, Mary!- exclamó Alfred poniéndose en pie. -U-Bots? ¿Qué tienen que ver contig...? I mean, what... my god, what are you even talking about?!

-¿Qué de que...? ¡¿Qué de qué estoy hablando?! ¡Estoy en estado de guerra, 'che gringo pendejo, contra el chingado alemán!

Alfred dio un traspié y apoyó sus manos sobre su escritorio para no caer de la impresión, pero María no le dio importancia a su reacción, solo avanzó hasta tomar el vaso de whiskey que reposaba junto al papeleo y se lo bebió de un trago como el Tequila. Sin hacer mueca alguna se dejó caer en el sillón de visitas, sobándose la cien y con los ojos cerrados. Alfred seguía sin reaccionar.

-Mi jefe lanzó un documento de protesta al Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia por el hundimiento de dos de mis buques petroleros ¿Los recuerdas? ¿El Potrero del Llano y El Faja de oro? ¿No? ¡Ay como sea! El chiste es que Suecia iba a hacerme el favor de hacerle llegar la protesta a Italia, Alemania y Japón porque debían indemnizarme los daños y acordar que no volverían a atacar unidades mexicanas. Sin embargo, las pinches Potencias del Eje no solonorespondieron durante el plazo establecido de una semana, sino que continuaron hundiendo más de mis buques petroleros.

María se apretó el puente de la nariz y dejó caer su cabeza contra el respaldo del sillón.

-Ya sabía que Ludwig iba a molestarse cuando decidí dejar de venderle petróleo para vendértelo a ti, pero que no mame ¡No era para hacer papilla mis buques! Con trabajo los consigo y ya me los chingaron, de veras se pasan... y bueno, de ahí se agarró mi jefe para declarar formalmente el estado de guerra.

Se puso de pie para tomar el cigarrillo encendido a medio caer de los labios de su vecino e inhaló, dándole la espalda mientras caminaba hacia una de las enormes ventanas de la oficina, en las calles de abajo la vida continuaba su calmo ritmo. María inspiró... tabaco, menta y ese toque sabor Alfred. Llenó sus pulmones para intentar calmarse.

-Ya sé que incauté unos cuantos barquitos del Eje en mis puertos, pero... pues ya les había advertido que se alejaran de mis costas porque yo no quería broncas ¡Y ahí van! ¡A pasearse por el Golfo, cómo no! Además, en las cartas que nos enviamos me salen con esas chingaderas fascistas y neo imperialistas ¿En qué momento se radicalizó tanto Lud? Que yo recuerde él no era así para nada... seguro me tiene un rencor guardado por el Telegrama Zimmerman ¡Pero no fue culpa mía! ¡Mejor que se lo eche en cara a Inglaterra el espía, a ver si tan macho!

Volvió a inhalar del cigarrillo y giró sobre sus talones, fijando sus ojos ansiosos con los ojos conmocionados de Alfred. Inspiró otra vez del tabaco y caminó hasta depositarlo en los labios de su petrificado dueño.

-Por favor no te molestes conmigo porque no creo ser capaz de aguantar tanto merequetengue en tan poco tiempo ¿Sí? Yo solo vine porque quería que lo escucharas de mi boca y no de algún tercero.

María bajó la mirada hacia el uniforme militar de su vecino y esbozó una sonrisa triste, admirando lo bien ceñido que le quedaba, pero detestando el motivo por el cual lo portaba. Paseó una mano por su torso, planchando las solapas del saco verde y haciendo sonar algunas de las condecoraciones que colgaban justo encima del corazón... un corazón que latía de prisa, con fuerza, como si hubiera corrido mil campos de futbol enteros, pero sin haber sido capaz de sacar a Alfred de su coma.

-En fin, ya me voy- habló María, retirando su mano del pecho de su vecino con un leve sonrojo. -Creo que tendré que ir con Inglaterra para comentarle y pedirle que me entrene, quizá me asigne con Mattie...-volteó para tomar del vaso con Whiskey, pero frunció el entrecejo cuando lo vio vacío. -Estaría padre, hace mucho que no lo veo y la verdad sí extraño sus wafles con maple.

Caminó hacia la puerta y tomó la manija, dándole un último vistazo al petrificado Alfred, notando que solo sus ojos se movían para nunca perderla de vista.

-Oye, por cierto, cuando la sensual pelirroja que tienes por secretaria te diga que tienes una visita urgente ¡No la hagas esperar media hora y atiene tu fregada visita! Uno no anda con urgencias solo para estresarse de a gratis- abrió la puerta y salió de la oficina. -Ahí nos vemos, gringo- agregó antes de cerrar y dejar a Alfred solo de nuevo.

Al salir por el pasillo notó los duros ojos de la secretaria en ella, pero le valió madres, naturalmente. Llegó al elevador y marcó la planta baja, esperando que estuviera vacío. El Whiskey no había sido suficiente y el cigarrillo solo marcó puntos por su tabaco y ese toque a menta, gaseosa y café... ese extrañamente placentero toque gringo; pero la opresión en su pecho persistía y sabía que necesitaba volver a casa para beberse algo mucho más fuerte, algo que la despreocupara por un par de horas antes de hacerle cara a aquella nueva realidad.

La guerra, la puta Segunda Guerra Mundial.

María inhaló hasta llenar sus pulmones y exhaló hasta sentirlos estrujarse entre ellos. Calma y menta fría, calma y mente fría... se seguía recordando. El elevador sonó y abrió sus puertas frente a ella, permitiéndole entrar y abandonar de una vez por todas el edificio de las oficinas de guerra de USA.

Al día siguiente, amanecida a las dos de la tarde un par de botellas, María acudió con lentes de sol y un recipiente lleno hasta el tope con chilaquiles, a su propia oficina. Estaba dentro de su misma casa y las ventanas estaban todas cubiertas con cortinas, pero aun así el traslado había sido toda una hazaña para la mexicana y su cruda.

-Weeey... mi cabeza- gimió de dolor al haberse girado con fuerza para cerrar la puerta.

-Así que mi Whiskey no fue suficiente.

-¡PUTA MADRE!- la puerta vibró cuando María chocó contra ella tras el brinco que pegó. -¡AYY! ¡Mi cabezaaa!- comenzó a sobarse cuando una risa ahogada opacó su grito de dolor.

Alzó los ojos solo para toparse con Alfred recargado contra su escritorio: brazos en jarras, piernas cruzadas y en descanso, expresión divertida y mirada... mirada perfecta para voltear con una cachetada.

-Chingas a tu madre, gringo.

-Nope, ese no es el lenguaje de una señorita.

-¿'Pos adivina qué? Me vale verg...

-OKAY!- exclamó Alfred mientras se enderezaba y frotaba sus manos, haciendo sonar el cuero de sus guantes. -He venido a darte las buenas nuevas, Mary.

-Claro que no, primero me explicas cómo fregados te colaste a mi casa y luego...

-You're in.

María casi dejó caer sus chilaquiles.

-¿Qué?

-Ayer invoqué una reunión express con los Aliados, comentándoles tu situación y, aunque varios se preocuparon, no les quedó más que aceptarte, soo... Congrats! Now you're in the hero's side!- dijo palmando su hombro izquierdo con una gran sonrisa. -Y además...- retiró los lentes oscuros de su cara para descubrir algo que consideró un lindo rostro en shock. -Yo te entrenaré.

Lentamente la cara de María se elevó hasta toparse con los ojos contentos de su vecino.

-¿Tú?

-Yeah! Eso querías. Don't you?

Un leve sonrojo recorrió las mejillas de la trigueña.

-Pues, daba igual... te dije que podría ser cualquiera. Inglaterra bien pudo...

-No! Just me, ya fue decidido.

Alfred se apartó de María y regresó a tomar un sobre del escritorio con el ceño fruncido.

-Ajá ¿Y fue unánime?

-Does it matter? I mean, somos vecinos Mary ¿Por qué arriesgarte mandándote a Inglaterra cuando puedes entrenar segura conmigo?

María entrecerró los ojos, notando la espalda tensa del gringo, pero al final desistió; eran detalles insignificantes para su aletargado cerebro de todas formas.

-Ta bien. Entonces cuando me termines de entrenar ¿Podré atravesar el charco?

Alfred esbozó una sonrisita.

-Don't worry. Sobrevolarás un océano, tenlo por seguro.

-¡Genial! No veo la hora para vengar mis buques. Pero por el momento... desaparece, quiero sufrir mi cruda sin alguates como tú puro chinga y jode.

-Here- Alfred se detuvo frente a ella con el sobre en las manos. -La ubicación y hora de la próxima reunión aliada. No faltes, te presentaré al equipo.

María tomó el sobre con emociones encontradas, sin darse cuenta de la forma en que su vecino posaba su otra mano suavemente en su espalda baja y hundía la punta de su nariz entre su cabello.

-Take care, Mary- susurró antes de apartarse de golpe y salir de la habitación. -See you!

La reunión aliada había resultado en Nova Scotia, Canadá y aunque estaban en primavera, el aire era lo suficientemente frío como para que María se enfundara dos sacos de lana verdes. Había creído que se reunirían en alguna especie de edificio elegante, en oficinas o quizá un búnker secreto; pero no, la dirección llevaba a un suburbio extremadamente... pacífico, en una esquina incluso había niños andando en bicicleta, pero nada más. Ninguna otra cosa más que el viento se movía por esos lares.

Extrañamente pacífico.

María decidió no pensar en eso y decidió mejor buscar la 511, hallándola como una casa blanca de una sola planta y techo azul oscuro. Caminó hasta la entrada mirando por encima de sus hombros todo el tiempo, estaban a plena luz del día y, si no le dejaban mentir, tanta paz la ponía alerta. No era normal en su vida.

Llamó a la puerta y esperó, tratando de disminuir el sudor en sus manos y el latido rápido de su corazón. Prestó atención en cómo una ardilla subía por uno de los árboles que decoraban bellamente la casita, le sonrió al animalito... ellos tan indiferentes al mal de mundo. Con un leve crujido la puerta se abrió y una mujer rubia con mandil floreado apareció sonriente, tras ella las risas y los correteos de dos niños inundaron la sala de estar. María sintió su estómago encogerse al instante.

-Good morning! May I help you, miss?

-Ah...

Retrocedió un par de pasos para observar la casa nuevamente: paredes blancas, techo azul oscuro y el número 511 perfectamente escrito en la columna izquierda del porche. La mujer conservaba su sonrisa mientras fruncía poco a poco su entrecejo.

-Miss?

-S-Sorry, sorry- comenzó a murmurar con un sonrojo avergonzado y un marcado acento. -I am... lost? Pues es que en realidad no, pero...- se rascó la cabeza, mirando el sobre. -Esto es muy confuso.

-Mail!- exclamó la mujer al notar el papel entre sus manos, arrebatándoselo rápidamente.

-¡Oiga, eso no es correo!

-Of course it is! You can come and have a glass of water, miss.

La mujer tiró de la extrañada María para que entrara a la casa y, antes de cerrar la puerta, miró hacia sus costados, de forma que en todo el suburbio la ardilla fuera el único testigo.

-Are you crazy, señora?- preguntó la trigueña mientras se acomodaba sus sacos tironeados.

-George!- exclamó la mujer, ignorando por completo a María. -Notify them.

El niño castaño que jugaba con un carrito asintió y se separó del otro pequeño, desapareciendo por un pasillo cerca del comedor y generándole intriga a la trigueña.

-Seño, I don't want a glass of... ¡Ah! ¡¿Pero qué hace?!

La mujer caminó hacia la chimenea encendida y lanzó el sobre al fuego, que lo consumió un menos de cinco segundos. María corrió hacia ella, pero ya era demasiado tarde.

-No, no ¡No!- se tapó la boca con las manos y luego giró, furiosa. -¡USTED! ¡¿Con qué pinche derecho?! ¡Ese era un papel muy importan...!

-I know- murmuró la mujer mientras enredaba su antebrazo con el de María y la encaminaba serena al pasillo del comedor. -Por eso lo quemé.

-Usted me... ¿Usted me entiende?- la mujer le guiñó un ojo y continuó guiándola más profundo por el pasillo. -Entonces no estoy en la casa incorrecta ¡Ay qué alivio! Realmente creí que me había perdido.

-Don't worry. Si usted recibió ese sobre es porque está en el lugar correcto, por las causas correctas- se detuvieron al final, decorado por una mesita y dos jarrones florales, habiendo pasado ya cuatro puertas cerradas y un enorme cuadro con una pintura al óleo del mar que quedó justo tras María. -A brave woman, no doubt.

-Ah pues, muchas gracias- respondió con un sonrojo casi imperceptible.

-Wait here, no tardarán.

Y con una última sonrisa, la mujer abandonó el pasillo.

María se abrazó a sí misma, conteniendo el impulso de asomarse por las puertas que pasaron, quería saber si realmente eran habitaciones u oficinas aparentando serlas. Ya no veía la hora en que alguno de los Aliados saliera por esas puertas y le diera la bienvenida a la reunión.

Escuchó un crujido a su costado y volteó, el pasillo no estaba bien iluminado, pero si podría reconocer a cualquier bicho que estuviera escondiéndose cerca de la mesa o del cuadro. Para su fortuna, nada apareció. Le dio la espalda al cuadro de nuevo y entrecruzó las manos detrás de sus caderas, meciéndose sobre los talones levemente, como si se estuviera arrullándose ella solita.

Su corazón había vuelto a latir con fuerza. Ya se moría de ganas de participar en la reunión ¿Quiénes estarían presentes? Deseaba ver a Matthew para abrazarlo hasta que sus brazos dolieran, quería oír de Iván mismo el sorpresivo ataque de Ludwig en sus tierras y esperaba con toda el alma que Francis estuviera presente, aunque dudaba que eso fuera posible.

Otro crujido se escuchó a su costado y detuvo su vaivén, agudizando su oído y fijando sus ojos a las puertas del pasillo. Sus manos ya desprendían un sudor frío.

De repente una brisa detrás de ella estremeció su cuello y unas manos enguantadas la sujetaron fuertemente de los hombros, desapareciéndola con todo y su grito sorprendido hacia el oscuro interior de algún sitio en menos de un parpadeo.

El cuadro con la pintura del mar moviéndose de lado a lado fue la única evidencia de que allí, hacía unos segundos, una persona esperaba ansiosa.

-You came earlier- una voz profunda le habló al oído entre tanta oscuridad.

-¿Q-Qué? ¿Alfred?

Era como estar dentro de un armario extremadamente estrecho, comenzó a quejarse porque casi no podía moverse: su espalda chocaba contra una superficie metálica y plana, empujándola hacia delante, donde sus pechos se presionaban contra lo que descubrió que era el torso de su vecino. Se sintió enrojecer y agradeció a los cielos tanta oscuridad.

Los mismos brazos que la sustrajeron la rodearon como si fueran a abrazarla, pero se quedaron suspendidos a sus costados, dándole más calor y la impresión que se estaba presionado más contra ella... aunque en realidad sus pechos ya no se aplastaban en el torso del gringo, sino que permanecían rozándolo.

-¿Dónde, dónde estamos?

Acostumbró su vista a la casi inexistente luz del sitio y notó dos enormes ojos azules a menos de un palmo de su rostro, sonriéndole.

-Lovely- dijo Alfred, tocando la manga derecha sus dos sacos verdes. -Pero no los necesitarás abajo.

-¿Abajo?

Uno de los brazos de Alfred se estiró hasta llegar a su espalda y escuchó cómo presionó un botón.

-Deep down, Mary.

El suelo dio un sacudón y María ahogó un grito pegándose instintivamente al torso de su vecino. Abrió los ojos lentamente cuando su cerebro terminó de procesar lo ocurrido, sintiendo las vibraciones de la risa de Alfred a través de su uniforme y toda la caja de acero en la que estaban descendiendo suavemente.

-Un búnker bajo la casa 511.

-Well... son tiempos de Guerra ¿No?- Alfred cambió de posición, metiendo una pierna entre las de María mientras se inclinaba hasta llegar a su oído. -Gotta be secretive- susurró.

La trigueña se estremeció por el aliento que recorrió su cuello, separándose de Alfred lo más que pudo: dos míseros centímetros.

-¿Y qué no había presupuesto suficiente para ser"secretive"?Apenas entran dos en este elevador sin luces ni aire.

-Get use to it, son 25 pisos de profundidad.

-¡¿Qué?!

-I like it, though. Hace mucho que nos estamos así de juntos.

-Ugh... ¿Y te has parado a pensar por qué?

-Nope. Why would I?.

María rodó los ojos, intentando cruzar sus brazos sin éxito porque no había suficiente espacio para la maniobra. Alfred sonrió y dejó caer su cabeza contra la pared del ascensor, permitiéndole a su vecina apreciar desde abajo los hilitos de sudor que poco a poco nacían en la piel de su blanco cuello y se deslizaban gráciles por la manzana de Adán hasta ser absorbidos en la tela de su uniforme. María llenó sus mejillas con aire y decidió mirar hacia la pared metálica, sintiendo un repentino tirón de calor en su cuerpo.

-...odioso.

Alfred rio, cambiando su peso a la otra pierna, aquella que no estaba entre las de María, por lo que la trigueña sacó los ojos al sentir el muslo de su vecino fungir como una silla salida de la nada.

-Haz el pinche favor de bajar la rodilla Alfredo.

-Huh?

Bajó la mirada hacia la trigueña y, notando a lo que se refería, se enderezó de golpe, retirando su pierna de entre las de ella, pero volviendo a presionar sus pechos en consecuencia.

-Oh god! Sorry Mary, I swear I didn't...

-¡Cómo sea! Que esta pose no está mejor de todas formas.

Aún con un evidente sonrojo y azoro, Alfred notó el ceño fruncido y la boca disgustada de María. Ahí donde sus pieles se tocaban, presionaban o rozaban, él podía sentir una débil y molesta corriente eléctrica atravesar su cuerpo, incluso con tantas capaz de ropa encima. Sensación difícil de ignorar, especialmente con todo el calor y bochorno que los encerraba en el elevador... aunque seguramente ella no sentía lo mismo.

Alfred apostaría que ella lo deseaba, sí, pero lo deseaba lo más lejos de su cuerpo como le fuera posible y por más él detestaba esa idea, se había obligado a respetarla.

-...f*cking heat- susurró cerrando los ojos.

-Si, como si quemara. Asfixiante.

-Urgh, I just...

Alfred tomó por los hombros a María y, respirando pesadamente por la boca, tiró de sus sacos verdes de lana hasta dejarlos sobre el suelo del ascensor.

-WEY!!- ella alzó la cara buscándolo con mirada molesta, pero de repente lo único que Alfred pudo notar, fue el pronunciado escote de aquella bonita blusa blanca presionado contra su propio pecho. -¿Qué chingados, gringo?

Alfred carraspeó y encontró sus ojos dorados con el ceño aún más fruncido. Notó también que ella igual respiraba pesadamente por la boca.

-Me daban calor,so f*cking hot.

-Oh.

El suelo dio un sacudón y ambos ahogaron un gritito pegándose instintivamente al torso del contrario. Ella hundió la cabeza en el pecho de Alfred y él hundió la cabeza en el cabello de María; sujetándose ambos fuertemente con las manos. Una de las paredes del elevador se recorrió, dejando ver un pasillo de tres metros con una puerta metálica al final. Cuando sus cerebros terminaron de procesar lo ocurrido, ambas naciones se separaron de golpe, saliendo la trigueña del ascensor en cuanto notó que podía hacerlo.

María llenó sus pulmones con el aire fresco del pasillo y exhaló para que el ardor de su cara se fuera, en verdad había hecho mucho calor ahí dentro.

-Bueno, e-ejem ¿Ahora qué?

Alfred recogió los sacos verdes del suelo y se los regresó a una"yo-no-me-asusté"vecina.

-If you let me...

María se apartó para que Alfred llegara justo frente a la puerta y alzó las cejas cuando él dio dos golpes rítmicos en la parte superior, luego uno en cada extremo lateral, empezando por el izquierdo y otros dos abajo, como si formara una estrella. Tres segundos después abrieron la puerta: una cabeza vendada de cabello rubio corto y revuelto con orbes verdes ojerosos bajo un par de cejas pobladas y sonrisa cansada... pero sonrisa después de todo.

-Arthur- saludó Alfred con una palmada en el hombro de Inglaterra mientras ingresaba al búnker. -She's finally here! Everybody come and greet her!- exclamó con los brazos bien abiertos.

Dentro hubo un tumulto, pero María no le prestó atención porque aún no podía dejar de ver al nuevo rubio frente ella con la boca medio abierta y una opresión en el estómago.

El pobre hombre lucía medio muerto.

-Es un placer volverla a ver, Mexico- habló con dificultad Inglaterra, queriendo hacer una reverencia que no le salió por un dolor de su cuello. -Aunque las circunstancias no sean las mejores.

-Ah... yo, sí. Opino lo mismo- María extendió su mano para estrecharla, sintiendo vendaje también ahí. -Un gusto volverlo a ver, Arthur. Yo... espero que esté bien, dentro de lo que cabe.

Inglaterra sonrió y abrió más la puerta para dejarla pasar.

-Aunque no lo crea Mexico, ahora estoy mejor de lo que he estado en tres años.

-...vaya.

-Мексика!- se escuchó desde el interior del búnker y lo siguiente que María supo fue que estaba siendo estrujada en un fuerte abrazo de oso. -¡Qué alegría volver a verte!

-¡Iván! ¡Cuánto tiempo, grandulón!- al deshacer el abrazo la trigueña también notó las heridas y ojeras en la cara sonriente del ruso: eran menos, pero más profundas.

-Rápido llegaron, da? No tardaron como creímos.

-¿Y eso?

-La capacidad del elevador es de una persona a la vez. Ustedes son dos, da? Y los viajes son tardados.

María siguió al gringo con los ojos entrecerrados mientras él se escabullía sonrojado murmurando algo de tener sed.

-No me digas...

-Da! Aunque lo importante es que ya estás aquí, Masha.

-Oui... Welcome aboard Marie- habló una voz dolorosamente familiar detrás de ella. Volteó como el rayo y se llevó ambas manos a la boca cuando descubrió a un Canadá con vendas en los brazos y un par de cortadas superficiales en la cara, esperando también para saludarla. -Hi.

-¡MATTHEW!- gritó, lanzándose a su cuello con los ojos llorosos, apretándolo contra sí con toda la fuerza de su ser. -¡Oh, Mattie estás aquí!

-Ouch, Marie...

-¡Ay Dios!- la trigueña se apartó ligeramente y comenzó a inspeccionar a su amigo con ojos médicos. -¿Te lastimé? ¿Qué te dolió?¿Cómo te sientes? ¿Vas sanando bien?

La dulce risa de Canadá inundó el búnker por primera vez en meses. Colocó sus manos sobre los hombros de María y la abrazó con menos fuerza, pero más ternura; luego se apartó sonriente.

-Je suis bien, en verdad. Estoy mejor que antes.

-¿También tú?

-Verá Mexico, desde que America entró a la guerra varias cosas se han aligerado para los países occidentales-aru.- habló China desde el fondo de la mesa ovalada al centro de la habitación, saludándola con una reverencia a la distancia. -Disculpe que no me acerque a saludarla, pero no estoy en mi mejor condición física-aru.

-Oh... no se preocupe China, lo comprendo perfectamente. Y si gusta yo podría acercarme a...

-There's no need for that!- exclamó Alfred mientras tomaba a María de los hombros y la sacudía con efusividad entre quejas de la chica. -Los abrazos de los otros seguramente te cansaron, didn't they? HAHAHA!! Además, no tenemos tiempo y sí sangre nueva ¿Quién comienza a contarle de nuestra decisión?

-¿Decisión?- María apartó el brazo de su vecino con un golpe y se puso en jarras. -¿Pues que esta reunión no era para que apenas pudiéramos decidir entre todos lo que se iba a hacer conmigo?

Alfred se llevó las manos al cuello para revolverse el cabello, llenando sus mejillas con aire.

-Well...

-Amerika no le dijo a Masha que la decisión fue tomada sin ella. Da?

-¡¿Qué cosa?!

Matthew se interpuso rápidamente entre su hermano y María, alzando las manos en son de paz mientras se dirigía a la trigueña.

-¡No te molestes Marie! es que nadie te ha explicado aún cómo funcionan estas reuniones. Si lo notas bien en esta habitación estamos solo cinco países... de todas las otras naciones que se unieron a la causa Aliada, nosotros somos los únicos que nos reunimos en una misma habitación, por seguridad. Entre nosotros tomamos las decisiones y, de vez en cuando, convocamos a una nación Aliada más para informarle de sus nuevas responsabilidades y misiones de esa índole.

-P-Pero...

-Alfred quiso estar a cargo personalmente de ti, Marie; a entrenarte en combate aéreo para que lo acompañes al Pacífico contra Japón. You'll see... solo hay tres países Aliados con acceso a los dos océanos: yo no puedo porque estoy totalmente entregado al frente europeo, Alfred va a dividir sus fuerzas tanto en Europa como Asia y tú, tú te enfocarás únicamente al frente asiático... esa fue la decisión a la que todos llegamos.

Las demás naciones asintieron satisfechos, menos Alfred, quien observaba los ojos cristalinos de su vecina con nerviosismo; desconocía si era por furia, tristeza o preocupación.

-¿D-Dijiste aéreo?

-Oui.

-Contra... Japón.

-Oui.

Alfred retiró la mano que jugaba con su labio inferior y habló, tentando a su suerte.

-Island hopping, eso haríamos. Ir liberando islas una a una y, con valentía, llegar a suelo nipón para hacer que Kiko se rinda en el Palacio del Emperador. Like heroes!

Los ojos de María se posaron en su vecino, se percibían abrumados, pero conscientes de la situación y su destino.

-Nunca he piloteado antes- confesó, como si en la habitación solo existieran esos orbes azules.

Alfred se acercó hasta tomar el lugar de su hermano frente a ella.

-I know, Mary. Por eso debes confiar en mí- sujetó las pequeñas manos trigueñas entre las suyas y apretó cada que enfatizaba sus palabras con su voz. -Te entrenaré tanto o mejor que como entreno a mis hombres, estaré contigo durante todo el proceso y te juro, te juro con el alma que no dejaré que nada malo te pase. I swear to God... no está en mis planes perderte, Mary.

El discurso de Alfred terminó en un agridulce susurro, pronunciado solo para que María lo escuche en un búnker donde hasta el caer de una hoja resonaba como campana para todos los presentes. Pero ninguno de los norteamericanos lo notó, estaban demasiado perdidos en los ojos del otro.

-Do you trust me?

-Si- respondió sin chistar. -Pelearé contigo Alfred; lucharé a tu lado en agua, tierra o aire porque confío. Sé que eres capaz de cuidarme... pero papito, también puedo solita ¿Sabes? No estoy tan oxidada.

Alfred rio, rozando su barbilla con uno de sus dedos.

-I know.

-Uh... guys- interrumpió Inglaterra, haciendo que ambos jóvenes se soltaran las manos de golpe. Un sonrojo clamando leve sus rostros. -No nos queda mucho tiempo y aún falta explicarle los detalles de participación, Mexico.

-¡Ah, claro! Pues... sentémonos, los escucho.

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En dos días sería Año Nuevo y nada, nadie la había convocado ni para entrenar. Sabía muy bien que Alfred estaba ocupado ¡Por supuesto! Él estaba constantemente trasladándose de Hawái a Filipinas y a Londres, luchando en todo momento... pero ¿Y eso a María qué?

A ella solo le llegaban noticias de cómo Japón ocupaba Formosa, cómo invadía Manila para hacer caer a Filipinas y cómo, isla con isla, se acercaba más a Midway y Hawái. Eso la aterraba, que la siguiente noticia que escuchara fuera algún bombardero en Honolulu y luego California. Simplemente María no podía permitir que la guerra tocara a la puerta de su casa y estaba segurísima que Alfred tampoco lo permitiría, aunque si debía ser honesta, ahora tenía sus dudas.

Japón avanzaba demasiado rápido, era en extremo eficaz y poderoso.

El jefe de María había formado desde julio el "Grupo de Perfeccionamiento Aeronáutico" con 300 miembros del ejército para que tomaran experiencia directamente contra la Alemania Nazi. La unidad era pequeña y, por lo mismo, casi autosuficiente; su escalón de vuelo estaba conformado por los mejores pilotos de la Fuerza Aérea: 30 hombres desplegados en Berlín y Praga, entrenando solitos con sólo dos bajas en accidentes.

Claro que Alfred había sido notificado al instante por María, porque ella temía algún tipo de represalia ya que su jefe no esperó al gringo y tomó la decisión de partir por cuenta propia a Europa en vez de Asia. Pero como sorpresa amarga, Alfred nunca respondió.

Ninguna de las cartas que ella le enviaba fueron respondidas, absolutamente ninguna.

Al principio María lo comprendió, excusándolo por estar muy ocupado y quizá hasta lastimado. Luego se consoló diciéndose al espejo que, con tanta correspondencia que se enviaba en el Departamento de Guerra gringo, seguramente sus cartas tardaban el doble de lo usual o quizá hasta se perdían con las otras. Incluso llegó a pensar alarmada que Alfred estaba furioso por la decisión de su jefe en julio y que por eso la ignoraba.

Pero ningún pretexto pudo encubrir la verdad a la que María llegó al pasar de los meses: Alfred no le respondía porque muy en el fondo no la quería en la guerra.

Eso de"no dejaré que nada malo te pase"comenzaba a cobrar sentido: si ella no iba a pelear en el frente de batalla ¿Cómo podría si quiera hacerse un rasguño?

María se levantó del sillón en su oficina y caminó furiosa hacia su escritorio, viendo la enésima carta a medio escribir para el gringo. La tomó en sus manos y con coraje comenzó a romperla, trozos de papel cayendo al suelo con violencia. Quizá Alfred pensaba que malgastaría su tiempo entrenándola cuando podría estar dándole batalla a Japón, tal vez la creía incapaz de cumplir semejante compromiso con los Aliados o a lo mejor le había dado su palabra como quien da un cheque sin fondos con tal de darle largas.

María soltó un gruñido cuando sus manos se quedaron sin hojas que despedazar y se dejó caer sobre su silla con pesadez. Observó el teléfono con disco en su escritorio, su color beige con cromados plateados gritándole que lo descolgara y marcara para aclarar sus pensamientos, para olvidarse de las cartas y desahogar su sensación de traición y estafa con una sola llamada... podría ser a Matthew, a Inglaterra o al propio Alfred; cualquiera serviría.

Descolgó el teléfono y sus dedos hicieron girar el disco en menos de tres segundos, en cuanto la operadora preguntó por el lugar deseado y la redireccionó, al otro lado de la línea una voz masculina respondió casi inmediatamente.

-Oigo.

-¡Carlos! Necesito tu ayuda.

-¡María! ¿Qué bolá? ¿Qué tu necesita de Cuba, mami?

-Sé que desde diciembre del 41 has estado dentro de la guerra, apoyando a Alfr... a USA, particularmente custodiando barcos por la ruta del Guantánamo y...

-Y ya en abril del año próximo cazaré submarinos nazis, Mari.

-¡¿Qué cosa?!

-Como tu e'uchaste, mami. El yuma reparó por completo mi arsenal naval. Hace poco hablamos y me autorizó para...

-¡¿HABLASTE CON ÉL?!

-¿Pero por qué tu coge berro? No es conmigo ¿O sí?

-¡¡Chingado gringo hijo de su pinche madre!! ¡¿Por qué putas a ti si te responde y a mí ni sus fregadas moscas?! ¡¿EH?!

-...aquí ya se formó tremendo belebele.

-¿Hace cuánto que hablaron?

-Como una semana, dijo estar viajando de vuelta pa'l Yuma.

-¿Entonces ya está de vuelta en Washington D.C.?

-Supongo, solo hablamos por los navales no porque sea mi social.

-Ah, pues bueno...- suspiró. -Gracias Carlos, con eso da.

-¿Tu 'ta segura?

­-Si, ahí le caeré pronto y me va a escuchar el cabrón ¡Cómo si no!

-¡Jajajajaja! Me gustaría verlo.

-Ya lo creo. Pues bueno, dime ¿Cómo has estado?

-¡Produciendo caña por cientos de toneladas! ¿Qué tu cree que porque estoy solito en mi isla no hago nada? Ño, mami. Este negro tiene camello.

-Sí te creo, Carlos. La guerra nos ha tenido produciendo un chingo de materia prima y...

Toc, toc, toc.Se escuchó desde la sala de María.

-¿Mari?

­-Eh... si, aquí sigo.

Toc, toc, toc.

-Es que están llamando a mi puerta, aguanta. – bajó el teléfono a su pecho y gritó -¡VAN!- luego lo regresó a su oreja. -Tengo que colgar, Carlos.

-Claro, luego nos hablamos.

TOC, TOC, TOC.

-¡A CHINGÁ, QUE YA VAN!- exclamó, alejándose el teléfono de la boca. -¡Argh! Ahí nos vemos, Cuba.

-¡Chao pescao!

María cortó la línea y salió de su oficina para dirigirse a zancada molesta hacia la sala y, cuando abrió la puerta, nadie se presentó al otro lado.

Lo único que allí había era una carta...

Una sola carta con el sello de un águila calva contra un fondo azul.

ONE-SHOTS: AMERICA x MEXICO - Chapter 24 - NOVAINNE (2024)

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Name: Tish Haag

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